Aunque sacados del olvido desde 2006, los Asensio de la Cerda reclaman, desde ahora más que nunca, una consideración singular y un lugar relevante en el contexto de la escultura andaluza del Setecientos. Su historia partía desde cero a tenor de la escasez (por no decir, ausencia total) de noticias transmitidas por la historiografía. En este sentido, los primeros pasos de las indagaciones que culminan en este libro se dieron a comienzos de 2002.

A raíz de la identificación de la desaparecida Virgen de los Dolores de Setenil de las Bodegas, realizada por Vicente Asensio de la Cerda en 1775, se iniciaba una profunda investigación que indujo a consultar los fondos de archivos a nivel local, autonómico y nacional. Desde ahí iría surgiendo una amplia información que, unida al descubrimiento de nuevas piezas escultóricas en la provincia, ratificaban la ya avanzada existencia de un taller bien organizado y de numerosa producción, acogido a una saga familiar. El fruto de esta ardua tarea fue la publicación, en 2006, del artículo Proyección social, endogamia y continuismo artístico. Los Asensio de la Cerda, una familia de escultores en la Málaga Ilustrada, punto de inflexión y de partida para esta monografía.

Pero no era suficiente. Para la reivindicación historiográfica y puesta en valor de los Asensio de la Cerda era imprescindible una monografía que, llegado el momento oportuno, no solamente multiplicase la información sobre los componentes de la familia, completando y matizando la propuesta provisional de catalogación de su obra. Sobre todo, ese libro (este libro) tendría que solventar una cuestión científica capital: dar respuesta a los grandes interrogantes abiertos al dar a la letra impresa aquel artículo.

Pero, desde entonces, lo que sí era completamente cierto era poder hablar con propiedad de los Asensio de la Cerda como una de las sagas claves del panorama escultórico de la Málaga dieciochesca, cuya proyección más allá de los límites provinciales también la hacían ser tenida muy en cuenta como referente dentro del panorama andaluz, sin olvidar tampoco su importancia señera como creadores y difusores de ciertos tipos iconográficos de hondo calado y espectacular éxito en el contexto cotidiano de su tiempo. Prueba de ello es haber logrado rastrear la huella de su producción, incluso fuera de España.

El cabeza visible y verdadero referente de la familia fue Pedro Asensio de la Cerda Martínez (1703-1773), de orígenes murcianos al haber nacido en Cieza y titular del principal taller de la ciudad de Málaga en el siglo XVIII, junto al del eminente escultor y académico de Bellas Artes de San Fernando, Fernando Ortiz. La estela del artista continuaría a través de dos de sus hijos varones, ambos escultores y nacidos en Málaga: Vicente Asensio de la Cerda Rodríguez de Ávalos (1733-1791) y el primogénito de la familia, Antonio Asensio de la Cerda Rodríguez de Ávalos (1731-?).

El desarrollo de esta investigación nos ha permitido, asimismo, calibrar y confirmar la importancia de la ciudad de Málaga dentro de la cada vez más estudiada y conocida escultura española del Siglo de las Luces. Aún más, demostrar cómo este círculo jugó un papel central y determinante en la creación escultórica andaluza de la segunda mitad de esa centuria, que no se vio constreñida al puro ámbito local, sino que adquirió una dimensión interterritorial ciertamente destacable al servir obras a Almería, Córdoba, Cádiz, Jaén, Granada e incluso Sevilla. Es más, la importancia económica y el peso específico que el comercio tuvo en la Málaga del XVIII generó un interesante fenómeno de exportación de piezas malagueñas a enclaves tan lejanos como el Norte de África y Malta, donde fueron y continúan siendo tremendamente apreciadas.

En última instancia, esta realidad vuelve a poner en la palestra una importante cuestión historiográfica, ya reivindicada por el gran investigador agustino Andrés Llordén Simón: el reconocimiento a todos los efectos de la ciudad de Málaga como el tercer foco escultórico del barroco andaluz.