OPINIÓN. ‘El valor del mecenazgo’, por Juan Cobalea
Málaga, 3 julio, 2018
La cultura necesita que sepamos aunar en relación con ella lo público y lo privado
La Málaga trimilenaria como un crisol de culturas fundidas en el tiempo y en el espacio que hemos heredado nos impone una obligación ineludible de respetar su memoria, su pasado y proyectar su futuro. La ciudad ha dado un salto espectacular en la economía, en creación de empresas, en demografía, y especialmente en el ámbito cultural y puede soñar con ser la ciudad del paraíso como la llamaba el premio Nobel Vicente Alexandre. La transformación es reconocida dentro y fuera de nuestras fronteras.
Esta ciudad vio nacer a Picasso y esa realidad, que vincula inequívocamente al genio con Málaga, es de un de valor incalculable aun con enormes posibilidades por desarrollar. Málaga tiene historia, patrimonio, una excelente red de museos, una inquietud cultural emergente, en resumen, unos sólidos cimientos del sector cultural, y aunque queda mucho recorrido para constituirse en la mejor infraestructura de nuestro territorio, sí que nos permite seguir la estela y parangonarnos con las grandes ciudades culturales. Un buen trabajo con tesón y generoso esfuerzo del Ayuntamiento de Málaga, apoyado en la inteligente planificación participativa del Plan Estratégico ha sido la palanca que ha situado a Málaga en el mapa cultural del mundo. Ahora toca planificar la siguiente ruta para consolidar, innovar, fijar nuevos objetivos, y lograr el crecimiento sostenido de la cultura.
Las artes, la cultura en general, es una realidad polifacética y constituye un ingrediente esencial en el desarrollo armónico de la humanidad. Produce emociones, sentimientos de paz, pensamiento, nos eleva, da sentido a nuestra existencia, nos despierta, nos hace más fuertes, más sensibles, nos conmueve, y además forma parte de un conjunto imbatible, porque educación, arte, cultura, se imbrican entre sí y vinculan ciencias con humanidades integrándolas y conformando así un conjunto homogéneo de conocimiento generador de talento y cohesión social. ¡Hay tantos valores que fomentar y combatir por ellos cada día!
La cultura, que se extiende transversalmente a lo ancho de todos los elementos que la componen, necesita que sepamos aunar en relación con ella lo público y lo privado y adolece, en ocasiones, de falta de una gestión moderna que le haga obtener los mejores resultados a sus siempre escasos recursos. Pero ello solo es posible desde una financiación adecuada, ¿cómo y quién la aporta?
La realidad presenta dos extremos: el sublime, el de los sentimientos, la complicidad entre artista y espectador, y en el otro extremo, las estructuras, los pilares que sostienen la producción creativa, las cuentas, la sostenibilidad de la cultura. Esa es la tarea del mecenazgo, la labor del patrocinio para que el sistema funcione. Algo que existe desde los romanos, pero que mientras en el mundo anglosajón, la cultura del mecenazgo está bien asentada, tanto desde el punto de vista cuantitativo con una cifra en torno al 2% del PIB, como el cualitativo con un notable reconocimiento de la sociedad, en España no llega al 0,1% del PIB, y desde algunas miradas, los mecenas están puestos bajo sospecha. Cuando en pleno fragor de la guerra mundial le plantearon a Churchill la reducción del gasto en cultura para aumentar los fondos bélicos, él respondió: ¿pero entonces por qué estamos luchando?
El concepto sobre el que quiero poner el acento es la alianza entre el mundo del arte y la cultura y el mecenazgo. Este paradigma debe establecerse en una noble relación estratégica imprescindible entre cultura y empresa como el único camino para la transformación social integradora, humanizadora de la vida. La motivación del mecenazgo y patrocinio de las empresas va más allá de la economía, es más una cuestión de trascendencia, de reconocimiento social, de dejar huella, es un valor de sensibilidad. No es lo que tenemos, sino lo que nos mueve.
Hablamos de la empresa ejerciendo el liderazgo de la sociedad civil y centro de muchas cosas: economía, avances tecnológicos, impacto social, generación de conocimiento, desarrollo personal y conciliación familiar, modelos organizativos, creación de riqueza y empleo, pensamiento, compromiso, investigación e innovación, creatividad. La empresa moderna cimentada en la ética y el compromiso, más allá de una actividad económica, es el conjunto de personas y los valores que la motivan, ejerciendo una gran acción vertebradora y de bienestar social.
Estamos ante una aceleración tecnológica transformadora, cargada de incertidumbres y complejidad. Por tanto, la llamada de la cultura a la puerta de la empresa debe ser atendida para afrontar los retos creando una potente alianza perdurable con valores y objetivos comunes, como ecuación ganadora para ambos aliados. Las empresas ganarán en reputación y aprecio de la sociedad. Es una evidencia que los países más cultos coinciden con los mejores en niveles de calidad de vida y mayor cohesión social. En el caso de nuestra ciudad, que lidera desde hace años la creación de empresas, el momento es propicio para crear sinergias, consolidar y continuar creciendo en ambos espacios emergentes en la Málaga de nuestro tiempo. A este conjunto ganador de cultura/empresa deben sumarse las valiosas instituciones culturales, las instituciones públicas y los centros educadores. La contribución de las élites es necesaria pero no suficiente, la cultura con mayúsculas debemos hacerla entre todos, para proporcionarle una senda inclusiva.
Estamos ante una gran oportunidad para Málaga: más empresas, más cultura, más empresas en la cultura.
- Juan Cobalea es presidente de Fundación Málaga